En un discreto rincón de la calle 34 Este, a la sombra del Empire State Building, la ciudad de Nueva York ha añadido un nuevo nombre a su mapa: Ernst Jaakson Way. Un modesto tramo de Manhattan, pero la idea que subyace a él lleva el peso de una nación desaparecida que se negó a morir, y el hombre que encarnó esa negativa.
El 18 de noviembre, el ministro de Asuntos Exteriores de Estonia, Margus Tsahkna, presidió una ceremonia formal e impecable para inaugurar la calle en honor al diplomático Ernst Rudolf Jaakson, el legendario estadista estonio cuya carrera abarcó casi ocho décadas. Ante diplomáticos, funcionarios de la ciudad y miembros de la comunidad estonio-estadounidense, Tsahkna habló no sólo del servicio de Jaakson, sino de algo más raro: su desafío.
“Ernst Jaakson dedicó su vida a defender a Estonia”, dijo Tsahkna, recordando cómo el diplomático mantuvo abierto el Consulado General de Estonia en Nueva York durante cinco décadas de ocupación soviética. “Se aseguró de que se preservara la continuidad legal de la República de Estonia y de que no se olvidara el derecho de Estonia a la independencia”.
En el vocabulario de la política exterior, “continuidad legal” suena casi burocrático. En la práctica, fue un acto de resistencia obstinada y brillante. Jaakson fue uno de los pocos diplomáticos en el mundo que representó a un país que, oficialmente, en los mapas de las superpotencias, ya no existía.
Nacido en Riga en 1905, Jaakson ingresó en el servicio exterior a los 14 años. En 1928 fue asignado al Consulado General de Estonia en Nueva York, un lugar que se convertiría en su puesto y su campo de batalla moral.
El hombre que sobrevivió a un imperio
El mayor logro de Jaakson fue salvaguardar la continuidad legal de la República de Estonia durante los años de ocupación soviética. Continuó su trabajo en el Consulado General de Estonia en Nueva York, mantuvo estrechos vínculos con destacados políticos estadounidenses y la diáspora estonia.
Un Legado de Resistencia
Tras la restauración de la independencia de Estonia en 1991, fue nombrado, a la edad de 86 años, Embajador de Estonia en Estados Unidos y Representante Permanente ante las Naciones Unidas. Con una carrera que abarcó 79 años, es considerado el diplomático más longevo del mundo. La designación de “Ernst Jaakson Way” es un tributo tardío pero significativo a un hombre que personificó la resistencia silenciosa y la perseverancia en la defensa de la identidad nacional.